ENTREVISTA EN CURSO CON EL POETA LUIS BRAVO (2ª. ENTREGA)
Continuamos hoy la publicación por entregas de la e-ntrevista con Luis Bravo, que nos ofrece ahora un ordenamiento del "corpus" de la poesía actual a partir del corte en tres períodos
Luis Bravo Por lo dicho, si tuviera que hacer una focalización comenzaría allí. Para situar contextualmente lo que ha venido pasando, arriesgaría decir que hay por lo menos tres grandes períodos marcados por los procesos sociales aunque esto no significa que la escritura poética haya respondido "mecánicamente" a dichas circunstancias, pero sí que dichos contextos provocaron en muchos de ellos líneas temáticas y estéticas determinadas: 1) El primer período abarca, entonces, a los poetas que se dan a conocer justamente entre esos dos años de extrema conflictividad política 1972/1973 hasta el final de la década. Estos poetas, que en cantidad son menos que los que surgieron en las dos décadas anteriores por el entorno de censura, persecución y exilio conforman acaso el sector más "fracturado" como colectivo, aunque sus voces son las que hoy están en pleno dominio del oficio, y siendo sus aportes relevantes al presente no cuentan con la suficiente atención crítica que sus obras reclaman. Es el caso de Alfredo Fressia, Elías Uriarte, Roberto Appratto, Tatiana Oroño, Carlos Pellegrino, Eduardo Espina, Leonardo Garet, Eduardo Milán, Víctor Cunha, Sergio Altesor, Marcelo Pareja, Alvaro Miranda, para nombrar, entre otros, a quienes comenzando en esa década han seguido produciendo hasta el presente obras cuya trayectoria aún está en curso pero cuya estimación es insoslayable. Acaso Roberto Mascaró y Alicia Migdal, que si bien por fechas de publicación de sus primeras obras estarían ya en los ochenta, podrían participar, por su formación y por sus estéticas, más a esta camada que a los más "nuevos" de los ochenta. Muchos de ellos se fueron a vivir a otros países (Brasil, México, Suecia, Estados Unidos) y esto también importa en la medida que entraron en contacto con otros imaginarios, otras lecturas, otras lenguas, lo que en parte amplió su propio campo expresivo. Otros, estando aquí, asumen una línea expresiva donde el plano textual, estructuras y registro, son ciertamente singulares y, en algunos casos, de corte experimental; es decir, han generado su propia autotelia expresiva más que el ir en busca del gran público lector, rompiendo así, en parte, con las estéticas sesentistas de tipo coloquialista.
2) Un segundo período, que comienza a partir de 1980-81 el triunfo del No en el plebiscito constitucional impulsó una cierta apertura que forzó ya sin vuelta atrás la posterior salida democrática atraviesa una primera etapa de cinco años, en la que una camada de jóvenes participó muy activamente en el contexto de mayor "resistencia cultural" contra la dictadura (allí, acaso, pueda volverse a hablar de una "generación"). Ya en la segunda mitad de los ochenta, sus integrantes van realizando un "despegue" hacia estéticas disímiles, cuyos cambios formales y estéticos se distancian del entorno "resistente" y adelantan las orientaciones que tendrán su desarrollo en los años 90. La diferencia está en que, a la fractura del relacionamiento que atravesó los años Setenta que deja a esa promoción aislada entre sí y con el público se sucede en el primer quinquenio de los Ochenta una hipervinculación que caracteriza no sólo a los poetas sino a buena parte de las disciplinas artísticas entre sí el caso de Ediciones de Uno en el que se vinculan músicos, artistas plásticos, teatreros y titiriteros, es un buen ejemplo.
3) Un tercer período se da a partir de 1990, que estando aún muy cercano es difícil de caracterizar en sus rasgos definitorios, aunque allí ya se visualiza la disgregación propia de lo posmoderno, en tanto se produce un primer resquebrajamiento de los macrodiscursos ideológicos y estéticos de la bipolaridad de la Guerra Fría, y otros fenómenos como ser el inicio de la globalización así lo van pautando.
Todo esto que digo es sólo un "apunte", porque aún hay mucho para pensar y para investigar al respecto. Lo que sí se puede comprobar es que entre los ochenta y los noventa vuelve a surgir un verdadero contingente de poetas que, sin entrar aún en las valoraciones de calidad de sus producciones, puede decirse que es cuantitativamente tan importante como el que se dio en los años 50 y 60. La gran diferencia entre ambos períodos es que ahora ya no contará con un seguimiento crítico sistemático y, por tanto, sus obras aún están en esa "zona borrosa" a la que me refería.
Puede decirse, entonces, que mientras la poesía goza de buena salud, la crítica se encuentra en situación agónica; de ahí que hay quienes se plantean que, en definitiva, la crítica se ha vuelto innecesaria, lo que en lo personal considero un grave error: la crítica es un puente entre la poesía y sus lectores y además es la que con sus limitaciones, entre aciertos y errores, como todo da "cuerpo" al "corpus", lo organiza, lo expone y lo explora en el plano estético, y lo territorializa en una mirada diacrónica que, a la larga, construye, quiérase o no, la historia literaria.
Pero lo más paradójico es que si bien son muchos los poetas que publican en los últimos veinte años, lo que ha ido desapareciendo, hasta llegar a un punto muerto, es la viabilidad comercial de la poesía: el "mercado" la ignora como si no existiera. De allí que esa producción parece vehiculizarse más entre los mismos poetas que en relación a un sector más amplio de lectores. A su vez, se dan fenómenos tales como los "ciclos de lectura", que es donde mejor la poesía ha venido encontrándose "cara a cara" con su público, pero este fenómeno a su vez plantea una serie de problemáticas, entre ellas el tema de la "puesta oral" de la poesía, lo que es todo un asunto en sí mismo.
Luis Bravo Por lo dicho, si tuviera que hacer una focalización comenzaría allí. Para situar contextualmente lo que ha venido pasando, arriesgaría decir que hay por lo menos tres grandes períodos marcados por los procesos sociales aunque esto no significa que la escritura poética haya respondido "mecánicamente" a dichas circunstancias, pero sí que dichos contextos provocaron en muchos de ellos líneas temáticas y estéticas determinadas: 1) El primer período abarca, entonces, a los poetas que se dan a conocer justamente entre esos dos años de extrema conflictividad política 1972/1973 hasta el final de la década. Estos poetas, que en cantidad son menos que los que surgieron en las dos décadas anteriores por el entorno de censura, persecución y exilio conforman acaso el sector más "fracturado" como colectivo, aunque sus voces son las que hoy están en pleno dominio del oficio, y siendo sus aportes relevantes al presente no cuentan con la suficiente atención crítica que sus obras reclaman. Es el caso de Alfredo Fressia, Elías Uriarte, Roberto Appratto, Tatiana Oroño, Carlos Pellegrino, Eduardo Espina, Leonardo Garet, Eduardo Milán, Víctor Cunha, Sergio Altesor, Marcelo Pareja, Alvaro Miranda, para nombrar, entre otros, a quienes comenzando en esa década han seguido produciendo hasta el presente obras cuya trayectoria aún está en curso pero cuya estimación es insoslayable. Acaso Roberto Mascaró y Alicia Migdal, que si bien por fechas de publicación de sus primeras obras estarían ya en los ochenta, podrían participar, por su formación y por sus estéticas, más a esta camada que a los más "nuevos" de los ochenta. Muchos de ellos se fueron a vivir a otros países (Brasil, México, Suecia, Estados Unidos) y esto también importa en la medida que entraron en contacto con otros imaginarios, otras lecturas, otras lenguas, lo que en parte amplió su propio campo expresivo. Otros, estando aquí, asumen una línea expresiva donde el plano textual, estructuras y registro, son ciertamente singulares y, en algunos casos, de corte experimental; es decir, han generado su propia autotelia expresiva más que el ir en busca del gran público lector, rompiendo así, en parte, con las estéticas sesentistas de tipo coloquialista.
2) Un segundo período, que comienza a partir de 1980-81 el triunfo del No en el plebiscito constitucional impulsó una cierta apertura que forzó ya sin vuelta atrás la posterior salida democrática atraviesa una primera etapa de cinco años, en la que una camada de jóvenes participó muy activamente en el contexto de mayor "resistencia cultural" contra la dictadura (allí, acaso, pueda volverse a hablar de una "generación"). Ya en la segunda mitad de los ochenta, sus integrantes van realizando un "despegue" hacia estéticas disímiles, cuyos cambios formales y estéticos se distancian del entorno "resistente" y adelantan las orientaciones que tendrán su desarrollo en los años 90. La diferencia está en que, a la fractura del relacionamiento que atravesó los años Setenta que deja a esa promoción aislada entre sí y con el público se sucede en el primer quinquenio de los Ochenta una hipervinculación que caracteriza no sólo a los poetas sino a buena parte de las disciplinas artísticas entre sí el caso de Ediciones de Uno en el que se vinculan músicos, artistas plásticos, teatreros y titiriteros, es un buen ejemplo.
3) Un tercer período se da a partir de 1990, que estando aún muy cercano es difícil de caracterizar en sus rasgos definitorios, aunque allí ya se visualiza la disgregación propia de lo posmoderno, en tanto se produce un primer resquebrajamiento de los macrodiscursos ideológicos y estéticos de la bipolaridad de la Guerra Fría, y otros fenómenos como ser el inicio de la globalización así lo van pautando.
Todo esto que digo es sólo un "apunte", porque aún hay mucho para pensar y para investigar al respecto. Lo que sí se puede comprobar es que entre los ochenta y los noventa vuelve a surgir un verdadero contingente de poetas que, sin entrar aún en las valoraciones de calidad de sus producciones, puede decirse que es cuantitativamente tan importante como el que se dio en los años 50 y 60. La gran diferencia entre ambos períodos es que ahora ya no contará con un seguimiento crítico sistemático y, por tanto, sus obras aún están en esa "zona borrosa" a la que me refería.
Puede decirse, entonces, que mientras la poesía goza de buena salud, la crítica se encuentra en situación agónica; de ahí que hay quienes se plantean que, en definitiva, la crítica se ha vuelto innecesaria, lo que en lo personal considero un grave error: la crítica es un puente entre la poesía y sus lectores y además es la que con sus limitaciones, entre aciertos y errores, como todo da "cuerpo" al "corpus", lo organiza, lo expone y lo explora en el plano estético, y lo territorializa en una mirada diacrónica que, a la larga, construye, quiérase o no, la historia literaria.
Pero lo más paradójico es que si bien son muchos los poetas que publican en los últimos veinte años, lo que ha ido desapareciendo, hasta llegar a un punto muerto, es la viabilidad comercial de la poesía: el "mercado" la ignora como si no existiera. De allí que esa producción parece vehiculizarse más entre los mismos poetas que en relación a un sector más amplio de lectores. A su vez, se dan fenómenos tales como los "ciclos de lectura", que es donde mejor la poesía ha venido encontrándose "cara a cara" con su público, pero este fenómeno a su vez plantea una serie de problemáticas, entre ellas el tema de la "puesta oral" de la poesía, lo que es todo un asunto en sí mismo.
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