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ALFREDO MARIO FERREIRO

Cabe decir que nació en Montevideo, el 1 de marzo de 1899. Que en 1927 publica "El hombre que se comió un autobús. Poemas con olor a nafta". Que participó y dirigió revistas literarias (La Cruz del Sur, Cartel). Que en 1930 publica "Se ruega no dar la mano. Poemas profiláticos a base de imágenes esmeriladas". Que trabajo en radio. Que en 1933 apoyó el golpe de estado que diera Gabriel Terra (su primo), asumiendo como miembro de la Asamblea Deliberante (un órgano legislativo sustituto del Senado de la República) hasta el final de ese período dictatorial. Que con esa conducta reforzó la idea de un vínculo estrecho entre el futurismo y el fascismo. Que luego se fue a Buenos Aires donde trabajo en prensa y radiofonía. Que Borges lo consideró "el único futurista" por él conocido. Que la generación del 45 lo estimó como un escritor irrelevante, no obstante lo cual, entre 1954 y 1958 escribió para el semanario Marcha notas y crónicas humorísticas (con el seudónimo Marius). Que en 1959, el 24 de junio, hubieron quienes vieron salir rodando de sus ojos autobuses, tranvías, voiturettes, camiones, taxis, nerviosas y restallantes mujeres, y que el olor a nafta de la estaciones inundó la atmósfera invernal montevideana, pero ni un solo klacson se escuchó en la calle, ni uno solo.

POEMA DEL RASCACIELOS DE SALVO

El rascacielos es una jirafa de cemento armado
con la piel manchada de ventanas.

Una jirafa un poco aburrida
porque no han brotado palmeras de 100 metros.

Una jirafa empantanada en Andes y 18,
incapaz de cruzar la calle,
por miedo de que los autos
se le metan entre las patas y le hagan caer.

¡Qué idea de reposo daría un rascacielos
acostado en el suelo!

Con casi todas las ventanas
mirando cara al cielo.
Y desangrándose por las tuberías
del agua caliente
y de la refrigeración.

El rascacielos de Salvo
es la jirafa de cemento que completa el zoológico edificio
de Montevideo.

(de "El hombre que se comió un autobús", 1927)

MÁQUINAS DE SUMAR

Las máquinas de sumar
toman tabaco de números.
Lo pican,
lo mascan,
lo ponen sobre la hojilla larga
del carretel perezoso;

y se hacen un tremendo cigarro,
encendido a ratos
por la chispa roja
de las sumas totales.

Cenizas de sumitas parciales;
y humo de intereses
para todos los clientes del Banco.

(de "Se ruega no dar la mano", 1930)

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